lunes, 24 de agosto de 2009

Los dogmas del liberalismo

Gracias a Mundo Perverso, nos enteramos de un excelente post que ataca los argumentos del liberalismo uno por uno. Es realmente interesante. A continuación lo reproducimos:

DOGMAS LIBERALES:

LA SAGRADA LIBRE COMPETENCIA. En una economía en la que la libre competencia sea perfecta, se supone que el consumidor premiará a las mejores compañías y penalizará a las peores, con lo que las distintas empresas se verán obligadas a competir entre sí para ser cada día más eficientes, vendiendo mejor calidad a menor precio. La empresa pequeña que consiga ofrecer mejor relación calidad/precio que la grande acabará superando a esta. La libre competencia perfecta creará una sociedad meritocrática perfecta.

Este razonamiento tan bonito tiene un error de base fundamental y evidente. Los liberales parten de la base de que el consumidor comprará el producto mejor. En el sentido de que ante dos productos que tengan el mismo precio, el consumidor comprará el que tenga mayor calidad o, entre dos productos de igual calidad, el consumidor comprará el producto que tenga menor precio. Sin embargo, no es así.

A igualdad de precio, el consumidor compra el producto que percibe como de mayor calidad. Y aquí se quiebra la libre competencia. Hace ya mucho tiempo que las grandes empresas han comprendido que es más rentable invertir en publicidad que en calidad. Un producto de muy baja calidad y alto precio puede triunfar (y de hecho, es frecuente que lo haga) si cuenta con una buena campaña publicitaria. La empresa pequeña que guarda una mejor relación calidad/precio no podrá superar jamás a la grande mientras esta tenga mucho más dinero para invertir en publicidad. El afamado libro No Logo de Naomi Kleim muestra claramente como las grandes empresas, de hecho, han dejado de lado la producción para centrarse en la publicidad. Muchas veces, es la misma fábrica la que crea, con la misma calidad, los productos de distintas marcas comerciales, pero su nivel de ventas dependerá mucho más del logo que se incluya en ellos que de su precio.

Luego está, claro, el problema de los monopolios. En cuanto una empresa consiga una situación monopolística, imposibilitará la libre competencia ya que la empresa grande tendrá muchas posibilidades de ahogar a sus rivales sin que estos puedan competir ni con precios ni con calidad (ni con marketing).

Ante este problema, lo cierto es que la mayoría de los liberales estarán de acuerdo en aceptar que es necesario crear leyes que impidan los monopolios. El problema está en que ellos se quedan aquí, sin comprender que en un mundo liberal, estas leyes (aunque existan) no servirían de nada.

No servirían de nada porque el resto de medidas liberales están destinadas a hacer que el estado sea lo más débil posible, mientras que las empresas son lo más poderosas posible. El resultado lógico de estas medidas es encontrarte con estados-David que nada podrán hacer contra las empresas-Goliath. En un mundo ideal y maravilloso, esto no importa, porque las leyes son leyes y punto. Pero en el mundo real, cuando alguien tiene mucho más poder, influencias y dinero que tú, es muy difícil que puedas vencerle ya que dispondrá de hilos de los que tú jamás podrás tirar.

Si las tesis liberales fueran correctas, no habría sitio en el mercado para empresas que tuvieran una pésima relación calidad/precio. Así que existen dos mundos posibles. En uno McDonalds jamás consiguió abrir su segunda franquicia. En el otro el liberalismo no es correcto.

LA SANTÍSIMA LIBERTAD: Los liberales, lógicamente, están a favor de la mayor libertad de mercado posible. La libertad es buena. Cuanta más libertad mejor. Por lo tanto, cuanta más libertad de mercado mejor. Es más, aquellos que queremos poner cortapisas a la libertad de mercado, queremos ponerle cortapisas a la libertad en general.

En el imaginario de los liberales, existe la tendencia a suponer que sólo ellos son los verdaderos defensores de la democracia y que aquellos que no estemos conformes con el liberalismo tenemos tics autoritarios. El que es autoritario en lo económico, es autoritario en lo social. El que se opone al liberalismo, a lo mejor sin saberlo, se acerca al estalinismo.

De todas las falacias liberales, esta es la más sorprendente. Por lo burda, digo. Parte ya de un uso absolutamente demagógico de la palabra “libertad”, porque, no conozco a nadie que realmente considere que toda libertad sea buena. Tampoco los liberales. Por ejemplo, un liberal difícilmente va a considerar que exista una “libertad para robar”.

Las libertades (que no libertad) pueden ser positivas o negativas según como influyan sobre los demás. La libertad para agredir físicamente al que te moleste (o te apetezca) choca con el derecho de la otra persona a no ser agredido. No es una libertad positiva, la sociedad y las leyes deberían perseguirla.

¿Es positiva una absoluta libertad de mercado? en mi opinión, no. Pero eso ahora no importa. Lo que importa es que el hecho de que yo esté en contra de una libertad en concreto (la de mercado) no me hace contrario a otras libertades que sí considero positivas (como la de opinión).

En la misma medida, el que alguien defienda la libertad de mercado no le convierte, ni mucho menos, en defensor de la libertad a mantener sexo con menores de edad, por decir una burrada.

Es una falacia, por lo tanto, considerar que exista ninguna relación entre democracia y liberalismo. Podría considerarse que exista una tendencia entre aquellos que creen en la absoluta libertad de mercado a creer en las libertades democráticas, pero la historia nos demuestra lo contrario. Existen muchos ejemplos de gobiernos que han sido perfectamente democráticos a pesar de mantener posturas que hoy consideraríamos antiliberales.

Y lo que es más importante. Existe multitud de ejemplos de gobiernos que, aplicando medidas muy liberales en lo económico, sin embargo eran dictaduras en lo social. Es famoso el ejemplo de Pinochet, pero sin remontarnos mucho en la historia podemos observar lo que sucede en las llamadas “Zonas de libre producción” en países como China o Filipinas, paraísos de economía liberal donde negarse a hacer horas extras es motivo de despido y tratar de crear un sindicato una forma de desaparecer para siempre.

En cualquier debate lógico, sería imposible que se mantuviera durante mucho tiempo el argumento de que el liberalismo y la democracia tengan que ir, necesariamente, de la mano. Sin embargo, me parece sintomático, lo habitual es que en una discusión con un liberal este argumento se resista a desaparecer. Como si fuera una cuestión de fé religiosa, la lógica y la evidencia se quedan atrás frente a la fuerte convicción de estar en lo correcto y de que el contrario está equivocado.

En realidad, este principio no es básico para el liberalismo. Los que defienden esta tesis podrían estar equivocados y el liberalismo seguir estando acertado. Pero, teniendo en cuenta que es un asunto que raras veces no aparece en cualquier debate con un liberal, me ha parecido importante reseñarlo. Al fin y al cabo, existen dos mundos posibles. En uno es imposible que en una sociedad en la que existe un alto grado de libertad de mercado sea dictatorial, en otro sí es posible. En uno Filipinas es uno de los países más democráticos del mundo mientras que la Europa Occidental era una dictadura hace unos años y ahora, lentamente, se está volviendo cada vez más democrática. En el otro mundo posible, no existe ninguna relación entre mayor liberalismo y mayor democracia.

EL DOGMA DEL DIVINO DESARROLLO: Se supone que el liberalismo es la forma más eficaz de crear riqueza y, por lo tanto, la mejor forma de alcanzar un desarrollo rápido y sostenido. Y cuanto más salvaje sea tal liberalismo, más rápidamente se desarrollará el país beneficiado. En cambio, cuanto más controlado esté un mercado, menos posibilidades de desarrollo existen. Se supone también que esto viene demostrado por la historia.

Claro, ahora toca preguntarse ¿qué historia? Porque en la historia que conozco yo, los ejemplos de países que se hayan industrializarse mediante el liberalismo pueden contarse con los dedos de una mano. En cambio, los ejemplos de países que se han industrializado mediante prácticas de tipo proteccionista y/o de planificación económica son infinitos: Japón (dos veces), EEUU, Prusia y luego Alemania (dos veces), Francia, España, URSS… De hecho, todas las grandes economías capitalistas han recurrido a la planificación económica en tiempos de guerra ¿por qué recurren a formas económicas que, supuestamente, son menos eficaces precisamente cuando más necesitan que su economía sea lo más eficiente posible? ¿tan tontos son… todos?

Los defensores del liberalismo afirman que estos países se industrializaron gracias a aquello de liberal que tenían y los países que recurriendo al liberalismo se arruinaron (Bolivia, Chile, Polonia…) ha sido a causa de aquello de liberalismo que les faltaba. Al fin y al cabo, no existe el proteccionismo perfecto ni el liberalismo impecable… ¿o sí?

Existe un ejemplo que todavía no he encontrado a ningún liberal que me conteste adecuadamente.

La URSS pasó en unas pocas décadas de ser el país más atrasado de Europa a convertirse en la principal potencia del continente. El antiliberalismo de la planificación económica soviética es tan patente que nadie puede recurrir a ningún pequeño gesto liberal para achacarle la industrialización más rápida de toda la historia.

Ante esto, por un lado, se habla de los enormes recursos de todo un país-continente como es Rusia. Pero se supone que un sistema antiliberal dificulta el crecimiento y es difícil imaginar uno más antiliberal que el de la URSS de los planes quinquenales. Sin embargo, insisto, la URSS ha vivido el desarrollo industrial más acelerado de toda la historia de la humanidad y tenía el modelo más antiliberal imaginable (supuestamente, el más erróneo a la hora de desarrollar un país)

Realmente ¿tan importante es la abundancia de recursos que consiguen el mayor éxito con la peor política? entonces ¿por qué los países con más recursos son hoy, generalmente, los más pobres?

El otro argumento que se utiliza mucho no merece más que un párrafo rápido. Se habla de la población soviética esclavizada. Pero esto no tiene nada que ver con el asunto en discusión, que es sobre la eficacia del liberalismo. Una población forzada a trabajar se vuelve menos eficaz y la dictadura soviética fue horrible (jamás lo negaré) pero su innegable violencia no fue la causante de la industrialización, en la misma medida que otros países que sufren crueles dictaduras se mantienen en la pobreza. Por otra parte, tal y como hablamos en el apartado sobre la Santísima Libertad, es posible mantener políticas económicas no liberales, o incluso anti-liberales sin que ello implique ninguna dictadura. Si el que diga que la URSS es un ejemplo de desarrollo está defendiendo dictadura soviética, el que se admire ante el Coliseo está defendiendo el esclavismo.

Por mi parte, considero que existen dos mundos posibles. En uno la URSS jamás se industrializó. En el otro, están equivocadas las tesis liberales que sostienen que el desarrollo sólo se logra mediante el libre mercado.

EL SAGRADO REAJUSTE: De vez en cuando, las rigideces del mercado provocan crisis en las cuales, es positivo, las empresas más ineficaces se hunden, produciéndose una purga general de la economía. No es bueno, por lo tanto, inmiscuirse en el libre mercado ayudando a las empresas menos eficaces ya que se premiaría su baja eficiencia. Ante la crisis tan sólo hay que sentarse a esperar que el mercado limpie a las empresas ineficaces y vuelta a empezar.

Esta tesis me parece la más cruel del liberalismo. Se están obviando todo el sufrimiento que provocan las crisis. ¿Realmente es necesario pasar por ello?

Aun suponiendo que el resto de principios liberales fueran acertados ¿merece la pena sostener un sistema que cada pocas décadas nos obliga a entrar en un ciclo desastroso en el que millones de personas son arrojadas a la desesperación? ¿No sería preferible buscar un modelo que no produzca crisis tan profundas como las del liberalismo? ¿Aunque sea a costa de un crecimiento menor en las épocas de bonanza?

Por otra parte, encima, resulta que el postulado principal no es correcto. Las crisis, raramente están provocadas por las rigideces del mercado sino que, cuando no intervienen causas externas, normalmente son producidas por burbujas que estallan. Burbujas que sólo pueden tener una causa, baja regulación. Liberalismo.

Por muchas “rigideces” de las que hablen los liberales, lo cierto es que la actual crisis la han predicho los antiliberales, mientras que los principales liberales afirmaban que era imposible. Entre dos mundos posibles, en uno el liberalismo está acertado y seguimos viviendo en una bonanza infinita e interminable. En el otro, el liberalismo no es correcto y hemos entrado en crisis desde hace un año.

LA BENDITA REDESTRIBUCIÓN DE RIQUEZA DE ARRIBA A ABAJO: Las medidas liberales, generalmente, vienen acompañadas por un aumento en la brecha que separa a ricos y pobres. No debe preocuparnos, ya que es importante que los ricos sean más ricos porque así su riqueza generará más riqueza y eso nos hará más ricos a todos. El pobre que se queja de que el rico es muy rico, en realidad es un envidioso ¿qué más le da que el rico sea más rico si él también va a ser menos pobre gracias a ello?

Durante las últimas décadas hemos vivido un crecimiento económico que, sin embargo, ha producido la primera generación de europeos que vive peor que sus padres desde la guerra mundial. Mientras tanto, las grandes fortunas se han multiplicado, y (seguimos en Europa) la diferencia entre el 5% más rico y el otro 95% es más alta hoy de lo que ha sido, posiblemente, desde la Revolución Francesa.

Y, sin embargo, la prosperidad europea siempre se había basado en su fuerte mercado interno (ahora amenazado por la caída del poder adquisitivo de los europeos). En contra de lo que sostienen las tesis liberales, cuando los ricos tienen dinero, este no fluye hacia abajo. Porque sus compras no tienen gran incidencia en el consumo ni en la producción (una camisa diez veces más cara no produce diez veces más puestos de trabajo). Y porque el rico acumula poder y busca el monopolio de sus empresas, buscando concentrar la riqueza en cada vez menos manos. En un sistema liberal, el rico es cada vez más rico, pero no porque exista un crecimiento económico (puede existir o no) sino porque le quita esa riqueza al pobre. Por eso, en un sistema liberal, el rico es cada vez más rico tanto en época de crecimiento como de crisis.

En cambio, en un sistema que coloque más riqueza en manos de los pobres, sí que se produce un movimiento de riqueza. Sus compras sí tienen una repercusión importante sobre la economía (si diez pobres pueden comprarse una camisa y antes no, se podrán fabricar diez camisas más y eso generará más puestos de trabajo). Es por esto que los impuestos deberían caer cada vez más sobre los más ricos, tal y como ha sido tradicional en Europa y no cada vez más sobre los más pobres como ha ido sucediendo durante las últimas décadas.

EL DOGMA DE LA SAGRADA INAGOTABILIDAD DE LOS RECURSOS: Al igual que las demás teorías desarrolladas principalmente en el sXIX, el liberalismo confía en que los recursos son inagotables. O, para ser más exactos, en que la tecnología podrá encontrar formas de solucionar los problemas que produzcan la escasez de recursos.

Las evidencias sobre cambio climático y agotamiento del planeta Tierra son tan evidentes que no quisiera discutirlas aquí, aunque muchos liberales no estén de acuerdo. Pero este artículo ya me está quedando demasiado largo así que vamos a asumir que hablamos con aquellos liberales que sí reconocen que nuestro actual ritmo de destrucción de recursos es insostenible. Tal y como la inmensa mayoría del mundo científico está advirtiendo.

Seguramente, la humanidad sobrevivirá a la crisis ecológica que se nos viene encima, desarrollando nuevas tecnologías. “No pasa nada” dirá un liberal. Cuando la crisis esté sobre nosotros, a las empresas no les quedará más remedio que adaptarse y avanzar hacia formas tecnológicas más sostenibles. Pero, cabe preguntarse ¿y no sería más inteligente empezar a cambiar AHORA para que la crisis sea lo menor posible?

Por otra parte, cabe preguntarse cómo el mercado podrá solucionar la crisis. Quiero decir, estoy seguro de que, como dicen los liberales, cuando la crisis esté encima, las empresas acabaran adaptándose. Pero no por el mercado, sino porque la presión social obligará a los gobiernos a legislar duramente. En otras palabras, por procedimientos antiliberales.

La ecología no cabe en un discurso liberal. Simplemente no se puede implementar. Sólo una gran conciencia ecológica en los compradores podría premiar a las empresas más ecologistas… pero las empresas “más ecologistas” descubrirían rápido que sale muchísimo más barato invertir en marketing que en productos más ecológicos. En un sistema liberal, aquella empresa que invierta realmente en hacer más ecológica su producción se encontrará en desventaja. Desventaja frente a la empresa que invierta menos en ecología pero más en explicarle a los compradores lo ecológicos que son. Es lo mismo que sucede hoy en día con respecto a la calidad.

Sólo existe una forma de impedir que algo como esto suceda. Crear organismos oficiales que comprueben que las supuestas ventajas ecológicas son realmente ventajas y no puro aire destinado a crear una falsa imagen de ecologismo. Deben ser organismos oficiales públicos o nos encontraremos con los mismos problemas que han provocado las auditorías privadas en el mercado financiero.

Además, es necesario crear leyes que obliguen a las empresas a realizar esfuerzos con respecto al medio ambiente. Y es necesario crear estados fuertes que puedan hacer cumplir dichas leyes.

El liberalismo no puede impedir el crack ambiental que se nos viene encima. Y el liberalismo tampoco podrá sacarnos de él.

EL MITO DEL BUEN EGOISTA: Siguiendo los postulados de Adam Smith el egoísmo económico es bueno, ya que al buscar lo mejor para uno mismo, cada individuo está buscando lo mejor para toda la sociedad. (Dentro de unos límites razonables, claro, sólo unos pocos liberales defenderían que fuera positiva la acción de un estafador, por ejemplo).

Sin embargo, el egoísmo individual, incluso el económico, no siempre beneficia a toda la sociedad. Un crecimiento desmesurado de las empresas, destruyendo empresas más pequeñas (y puestos de trabajo) por el camino casi nunca es positivo. El egoísmo de directivos que planifican su gestión pensando en su futuro personal y no en las empresas que administran tampoco suele serlo. Se han dado demasiados casos de directivos que han llevado empresas a serios problemas de sostenibilidad sabiendo que cuando todo estallara ellos estarían, forrados, muy lejos de allí.

Por otra parte, durante los últimos años hemos observado claramente como los grandes directivos han aumentado sus sueldos exponencialmente… sacando ese dinero del resultado de despedir trabajadores. ¿Realmente son tan eficaces para la empresa esos directivos que para poder pagarlos la empresa debe renunciar a la fuerza productiva de cientos o miles de trabajadores? Me resulta difícil creerlo.

¿Y qué sucede si no miramos tan alto? ¿es positivo el egoísmo individual de los trabajadores? ¿Es positivo el egoísmo que empujó a millones de comerciales estadounidenses a ofrecer hipotecas a personas que no podrían pagarlas sabiendo que, en cualquier caso, ellos cobrarían su comisión? ¿Es positivo el egoísmo del empleado de banca al que no le importa que su entidad pierda clientes a cambio de conseguir cumplir unos objetivos absurdos pero muy bien renumerados?

Existen dos mundos posibles. En uno el egoísmo individual nos hace a todos más ricos. En otro vivimos en una crisis provocada, entre otros motivos, por el desmesurado egoísmo individual de aquellos que han manejado los bancos y las empresas constructoras.

sábado, 8 de agosto de 2009

El principio de inducción y la clase media




Antes de salir, si uno es previsible, puede prender el televisor y fijarse los valores de temperatura ambiente y de sensación térmica para saber que ponerse. Claramente lo correcto sería enfocarse en la sensación térmica, que es al fin y al cabo el parámetro que más se ajusta a la sensación aparente que las personas sienten en un determinado ambiente.

Para ser mas precisos, también es necesario saber en que zona está calculada esa sensación térmica que observamos en la televisión. Poco servirá la sensación térmica en algún punto de la provincia Buenos Aires si estamos en la ciudad de San Carlos de Bariloche, las distancias son grandes y las condiciones geográficas y atmosféricas son completamente diferentes. Sin embargo, podremos utilizar esa medición mientras estemos en un entorno cercano al punto de medición. Dentro de ese entorno, la sensación térmica se puede inferir utilizando el principio de inducción.

La inducción es una de los principios que nosotros utilizamos con frecuencia a lo largo de nuestra vida. Cuando afirmamos que después de la noche sale el sol, cuando afirmamos que si está nublado con frecuencia llueve, estamos utilizando, quizá sin saberlo, el principio de inducción. En efecto, la totalidad de la ciencia acepta como válido el principio de inducción.

El principio de inducción reza, más o menos, así: “Si en una gran variedad de condiciones se observa una gran cantidad de A y todos los A observados, sin excepción, poseen la propiedad B, entonces todos los A poseen la propiedad B”.

Es un principio que está basado en la experiencia, en la capacidad de las personas de retener en la memoria durante un tiempo determinado diversos sucesos que ocurren en la vida. Volviendo al ejemplo del sol, si observamos que una vez que el sol se oculta luego vuelve a salir, tal suceso no es suficiente para afirmar que la próxima vez sucederá lo mismo. Sin embargo, luego de observar una gran cantidad de sucesos, podremos afirmar que la próxima vez sucederá lo mismo, que el sol saldrá por la mañana.

Las estadísticas, por ejemplo, utilizan el principio de inducción. Si queremos saber cuantos habitantes de capital fuman, no necesitamos hacer una encuesta sobre todos y cada uno de los seres que habitan la misma. Basta con entrevistar una muestra de habitantes lo suficientemente grande y representativa de la zona, para luego inducir al resto de la población.

Evidentemente, luego de la breve introducción realizada sobre el principio de inducción, se desprende que la misma no es una verdad absoluta, sino una afirmación basada en la experiencia del ser humano que debe ser utilizada cuidadosamente, y que puede fallar. ¿Quien puede afirmar que las manzanas siempre caerán al piso, que el sol siempre sucederá a la noche, que el tiempo siempre irá hacia adelante? Nadie. Simplemente creemos que, debido a la gran cantidad de sucesos observados, estos ocurren de determinada manera.

La inducción en la clase media

Es muy importante saber aplicar correctamente el principio de inducción, para no sacar conclusiones erróneas sobre una hipótesis en particular. Mas en estos tiempos donde las afirmaciones apresuradas y sin un análisis previo son moneda corriente. Algunos ejemplos del principio de inducción utilizado frecuentemente (y aplicados erróneamente) por la clase media:

Hipótesis:
• “La salud pública argentina es un desastre.”
Demostración por inducción:
• “El otro día fui al Rivadavia y estaba en pésimo estado...”

Este es un ejemplo de inducción mal aplicada. Lo correcto antes de afirmar de manera determinante que el estado de la salud pública es un desastre, sería analizar una muestra importante de hospitales a lo largo y ancho del país y analizar su estado. De lo contrario podemos utilizar estadísticas oficiales o privadas (dependiendo de la confianza que le tengamos a cada una) y afirmar que, en base a tal referencia, la salud es, o no, un desastre.

Hipótesis:
• “El INDEC manipula los datos”
Demostración por inducción:
• “Mi bolsillo me demuestra que la inflación es mas alta”
Otro claro ejemplo de inducción mal aplicada. Uno puede, si asi lo desea, sacar un índice de índice de inflación en un lapso de tiempo analizando los alimentos que consume, utilizando incluso las ponderaciones que el INDEC utiliza. Sin embargo, inducir ese índice, que efectivamente puede ser mayor a lo que marca el INDEC, a toda la población Argentina, es un tanto apresurada.

Podríamos seguir agregando ejemplos y continuaríamos varias páginas mas. La inseguridad, la pobreza, la educación, las drogas, son temas de los que mucha gente habla y saca conclusiones erróneas (o por lo menos apresuradas) por no aplicar correctamente el principio tratado aquí. Sin embargo no es el objeto de esta publicación enumerar todos y cada una de las hipótesis mal demostradas.

El principio de inducción: De la realidad mediática a la realidad del país

Mas interesante aún podría ser la explicación acerca de las raíces de esta cualidad de nuestros tiempos, que nos hace afirmar sentencias de una manera, sino errónea, por lo menos apresurada, sin análisis, sin base que fundamente dicha afirmación.

¿Son los medios de comunicación? Es sabida e incluso estudiada la influencia de los medios de comunicación en la opinión pública. ¿Porque no suponer que dichos sujetos comunicacionales manejan a la misma con un determinado fin? No parece una suposición descabellada.

“Ellos” manejan la información, la moldean y nos la entregan. La consumimos para enterarnos de los acontecimientos sociales, políticos, económicos y culturales que se dan en nuestro país, y que de otra manera no nos podríamos enterar. Esta información que nos llega es solamente una ínfima parte de lo que ocurre en nuestra sociedad, y es seleccionada y editada cuidadosamente para ser digerida por el consumidor final.

Los medios pueden de esta manera “atacarnos” con sucesos relacionados a la inseguridad, con sucesos relacionados a la pobreza, con sucesos relacionados a la inflación, etc. Incluso muchos de estos sucesos vienen “ya interpretados” por alguna figura del medio.

El consumidor final digiere toda esta información y arma en base a ella una realidad, una representación mental que el mismo construye en base a su interpretación, (realidad cargada por lo tanto de subjetividad, no solo del emisor, sino también del receptor). Es en el momento de interpretar donde podemos cometer errores. En todo caso podemos preguntarnos:

¿Es válido o no generar una realidad en base a informaciones y opiniones estríctamente seleccionadas y cuidadosamente editadas por “alguien” que no conocemos?

Si podemos realizarnos esta pregunta, la respuesta es sí, ya que sabremos las limitaciones de nuestra realidad que llamaremos mediática, y que no tiene porque ser la realidad del país. A modo de ejemplo, luego de meses y meses de recibir información sobre la inseguridad en nuestro país, podemos decir que en dicha realidad mediática la inseguridad es un gran problema. Inducir esa realidad “mediática” a la realidad de nuestro país requiere de un análisis mas riguroso. Y para ello debemos recurrir a las estadísticas. No existe otra manera.

Las estadísticas son por lo tanto, nuestra única manera de conocer la realidad de nuestro país, y en base a ella sacar conclusiones. Su importancia es decisiva, y por ello se convierte en una herramienta política muy importante. Conocer donde está y que porcentaje de pobreza existe, conocer los índices de desigualdad social, de empleo, de trabajo en negro, de concentración de la tierra, y no sólo en determinado momento, sino también su tasa de variación, es imposible sin un análisis estadístico confiable y bien realizado.

Las estadísticas son nuestra única arma para analizar la realidad mediática e identificar sus intenciones. El estado a través del INDEC muestra sus estadísticas. Que algunos medios de comunicación deseen generar una sensación de desconfianza sobre las estadísticas oficiales, para de esta manera anteponer su realidad ante cualquier otra, mas si dichos medios están políticamente enfrentados con el gobierno, es una suposición fundamentada.

Que el estado quiera manipular los índices oficiales para mostrar otra realidad evidentemente mas favorable a sus intereses, es igualmente posible, y esto mismo se puede aplicar a los organismos privados de estadística.

¿Como construir entonces la realidad de nuestro país? Quizá nunca la sepamos. En todo caso habrá que analizar la mayor cantidad de estadísticas disponibles, estatales, privadas, nacionales e internacionales, comparar y descartar algunas, o promediarlas.

Lo importante es que si llegamos a plantearnos estas dudas, es porque estamos identificando a la realidad “mediática”, la conocemos, sabemos sus limitaciones y su alcance. La diferenciamos de la realidad del país, que puede resultar muy difícil determinar. Estamos pensando, no siendo pensados. Y eso, en un contexto de bombardeo mediático casi insoportable, es muy importante.